martes, 5 de abril de 2011

Eres, al fin y al cabo,
la terca resurrección,
el inevitable retomar la vida,
la potencialidad de la ausencia.

Sólo existimos porque el uno al otro
nos escribimos
y así, no somos más que negro sobre blanco.
Azul sobre azul.
Literatura.
Tan frágil.

Cuando todos los rincones de Macondo
hayan sido descubiertos
y lleves la cuenta justa
de los besos de Catulo
y las piedras de Virginia,
estaremos reviviendo.

Devorémosla pues,
no sea que nos veamos de repente
sin su contaminación en la mirada,
pues si me miraras con los ojos vivos
no me reconocerías.

¿O podrás recordar nuestra muerte
al ardernos las entrañas
por respirar el aire alambicado
en nuestros pulmones?

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