jueves, 23 de diciembre de 2010

Pasado

"-Pero un músico sabe que el pasado no existe. Esos que pintan o escriben no hacen más que acumular pasado sobre sus hombros. Palabras o cuadros. Un músico está siempre en el vacío. Su música deja de existir en el instante en el que ha terminado de tocarla. Es el puro presente."

Antonio Muñoz Molina



    El pasado mata de la manera más dolorosa. El pasado mata y sienta ley. La mía fue el silencio, y la muerta, la mujer a la que más amé. Pero a ésta, creo, no la mató el pasado. Ella, tras agonizar durante algunos meses, se suicidó de repente. Y yo, que la amaba, fui muerto con ella. Ella, pasado, me condenó al silencio de la tumba por dejar de respirar el aire viciado de miradas falsas, por beber vida de nuevo en los lagos de agua clara que encontré en la nieve.

    Dijo que me mataba por amor, mas, como más de un sentimiento cabe perfectamente en el corazón del tiempo, yo juro que algo influyeron la envidia y los celos, porque, por amor solo, me hubiera dado la vida quince días antes, no la muerte envuelta en lágrimas.

    Y ahora, después de muerto, me tortura en el hoyo con un sufrir disfrazado de gracia, pues antes prefiero el silencio que el trato como a un cualquiera, con desinteresados ojos que miran sin ver y susurros a modo de saludo.

    Seis meses, sólo seis meses, y entonces vendrán los kilómetros. Muchos. Y esa distancia existirá un año. Pasado el tiempo, cuando la muerte, de normal, parezca vida, nada habrá que me diferencie del tendero de la esquina, y será este, para mí, el último anillo de su infierno.

    Descubrimos en los textos el sentimiento más preciso para cada momento. Ayer, al leer otra vez el último poema de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", me vino a la cabeza de repente.

                                  

                                     Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

                                    Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
                                    y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

                                   El viento de la noche gira en el cielo y canta.

                                   Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
                                   Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

                                   En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
                                  La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

                                  Ella me quiso, a veces yo también la quería.
                                 Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

                                 Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
                                Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

                                Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
                                Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

                               Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
                               La noche está estrellada y ella no está conmigo.

                               Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
                              Mi alma no se contenta con haberla perdido.

                              Como para acercarla mi mirada la busca.
                             Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

                             La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
                            Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

                            Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
                           Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

                           De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
                           Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

                           Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
                           Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

                           Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
                          Mi alma no se contenta con haberla perdido.

                          Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
                          y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

                                                                                               Pablo Neruda

     Y a ti, amado presente, te pido perdón por haber escapado a tu influencia el rato que me ha llevado escribir esto, pero el exorcismo es necesario cuando no te caben ya más fantasmas dentro.

     Y esta vez, querido pasado, juro que son los últimos versos que te escribo.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Y extrañarte es, siempre egoísta, ya sabes, extrañarme a mí mismo, a la buena persona que no seré sin verte, encerrada en el loco odiante que te observa, siempre libre, siempre tú, ir y venir, y que te espera, siempre libre, siempre tú, al otro lado del cristal, en su túnel.