Cuando no queda nada, sólo quedan los picotazos en las tripas. Sólo queda la ventana abierta, las luces de neón de los cines de Gran Vía y las bolsas de los supermercados que mueve el viento y que se enredarán en los pies de mañana.
Queda el reloj parado, marcando el horario de vivir; queda el reloj tejiendo (tic tac) el otoño y queda el miedo de no haber nacido para entonces.
Queda el reloj parado, marcando el horario de vivir; queda el reloj tejiendo (tic tac) el otoño y queda el miedo de no haber nacido para entonces.
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Cerrar los ojos acostado en tu vientre y escuchar como rugen las tripas de mi corazón.
El hecho de estar atraído por el centro gravitatorio de la vida tiene poco que ver con existir.
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Nunca he visto los dientes amenazadores del otoño sin apoyar la cabeza en vuestros hombros.
Ahora, el otoño, o vuestros hombros, me devoran.