jueves, 21 de abril de 2011

Y desde el acantilado,
los dos mares vecinos se extienden
profundos, calmos.
Dos mares milenarios que a veces
se esconden en mi costado.
Y los amo.

Pero si nado, abrazándolos,
las fuerzas se desvanecen,
y apuro mi vivir, pues soy Leandro,
casi desaparecida la luz del faro.

Así.

Como si esta muerte nuestra
sólo encontrara pureza
en la total y absoluta ausencia
de signos.

2 comentarios:

  1. Sí, joder. Volvemos a estar en la cresta de la ola (siguiendo con metáforas marineras, xD).

    Lo tengo que leer más, pero coge fuerza para ser uno de mis favoritos (y lo he entendido casi todo).

    Bien.

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  2. Javier!

    es tan lindo comenzar a leerte con detenimiento...

    gracias! ahora mismo, confieso, debo dormir, pero ya mañana, estoy enlazando tu blog al mío...

    miles de abrazos

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