Dejó de llover y salimos del portal en el que nos habíamos guarecido, aguardando a que escampara. Los charcos alfombraban las aceras y las luces de la calle se reflejaban en el agua del suelo como si quisiera desdoblarse el mundo. Los negros nubarrones se alejaban y un persistente olor húmedo colmaba la calle. Entonces, todo pareció cambiar en ella: soltó mi mano con delicadeza, se alejó unos pasos e inspiró profundamente. Cuando se giró, su mirada contenía las nubes que yo había visto huir, todas las nubes del mundo. Juro que llovía en aquellos ojos, los más tristes y bellos que yo haya podido contemplar nunca. Todavía hoy, juro que llovía cuando su pupila me reflejó, al besarme tristemente en los labios.
Me quitó una sonrisa el final de la entrada (:
ResponderEliminarEscribis muy muy bien, me encanta tu blog!
Te sigo ^^